En México, la discusión sobre la duración de la jornada laboral ha tomado un rumbo inusual.
Mientras los trabajadores en la industria mexicana cumplen en promedio 52 horas semanales, en Europa, Estados Unidos y varios países de América Latina, se está dejando atrás el antiguo debate sobre las 40 horas, explorando incluso la posibilidad de reducir a 38 horas por semana.
El Debate en la cámara de diputados
Este escenario atípico fue resaltado durante el Parlamento Abierto llevado a cabo en la Cámara de Diputados.
A lo largo de cinco foros de consulta con actores del ciclo productivo, se analizaron los pros y contras de una reforma que parece dirigirse hacia la congeladora legislativa.
La propuesta en cuestión busca modificar el Artículo 123 de la Constitución, disminuyendo la jornada laboral legalmente establecida de 48 a 40 horas.
Si bien los promotores de este cambio argumentan que se trata de una cuestión de justicia que no debería dilatarse ni politizarse, el debate ha revelado dilemas fundamentales que actualmente obstaculizan su viabilidad.
Dilemas de fondo y perspectivas contrapuestas
Entre las conclusiones a favor de la reforma se destaca la consideración de que es un tema de derechos humanos respaldado por convenciones internacionales sobre trabajo.
Se argumenta que reducir la jornada laboral garantizaría la salud mental, el bienestar familiar y, por ende, una productividad sostenida basada en una mejor calidad de vida para los empleados.
Sin embargo, en contra del dictamen surgieron voces de especialistas en derecho laboral y representantes de corporativos, así como de pequeñas y medianas empresas.
Estos críticos alertan que el cambio constitucional obligaría a la contratación de más empleados para cubrir las ocho horas restantes, lo que podría poner en aprietos a muchas pymes y corporativos.
La necesidad de una transición gradual
En medio de esta controversia, surge la idea de que la implementación de esta propuesta debería ser gradual.
Es importante considerar los puntos planteados por líderes y empresarios, como Guille, Caty, Sele, y muchas mujeres emprendedoras dueñas de pymes y pequeñas y medianas empresas.
Estos líderes señalan la posibilidad de que la reforma, tal como se plantea, podría poner en peligro los proyectos construidos con tanto esfuerzo y dedicación.
“Nos preocupa que, de llevarse a cabo de esa forma, en lugar de favorecer a nuestra gente, al afectar a nuestras propias pequeñas empresas, se vean afectadas porque no podamos seguir ofreciendo todo aquello que hoy ofrecemos ni seguir ofreciendo y mejorando”, alertó uno de los participantes.
En conclusión, mientras la propuesta de reducción de la semana laboral a 40 horas busca equidad y bienestar, es crucial abordar cuidadosamente las preocupaciones de los expertos y empresarios para evitar consecuencias negativas en la economía y el empleo.
La transición gradual podría ser la clave para lograr un cambio significativo sin poner en riesgo la estabilidad de las empresas y el sustento de los trabajadores.