Mientras la mayoría de las personas descansan profundamente por la noche, algunos caminan, hablan e incluso cocinan sin tener conciencia de sus actos. El fenómeno, tan intrigante como antiguo, es el sonambulismo, un trastorno del sueño que aún despierta preguntas en la ciencia médica.
Durante siglos, ha sido retratado como un comportamiento misterioso, vinculado a creencias sobrenaturales o incluso criminales. Hoy se sabe que se trata de una parasomnia, es decir, un trastorno que ocurre durante el sueño y altera su calidad o manifestación. Específicamente, emerge durante el sueño de ondas lentas (fase N3 del sueño no REM), cuando el cuerpo descansa profundamente pero ciertas áreas del cerebro, sobre todo las motoras, se activan parcialmente.
El sonambulismo ocurre durante el sueño profundo, cuando el cuerpo se activa sin plena conciencia
Según datos del National Institutes of Health (NIH), se estima que entre el 15 y el 20 por ciento de los niños presentan algún episodio antes de la adolescencia, mientras que en adultos la prevalencia cae al 1%-4 por ciento. En la mayoría de los casos infantiles, el trastorno es benigno y autolimitado. Sin embargo, cuando persiste en la edad adulta, puede estar asociado a trastornos siquiátricos, neurológicos o al uso de fármacos.
Conductas y riesgos del sonambulismo
El sonámbulo no sueña que camina; camina mientras duerme. Aunque tenga los ojos abiertos y responda a estímulos simples, su estado de conciencia no está completamente activado. Por esta razón, los episodios rara vez son recordados al despertar. Las acciones durante un episodio pueden ir desde simples movimientos en la cama, hablar en voz baja, hasta conductas complejas como salir de casa, conducir un automóvil o intentar cocinar, con el riesgo evidente de lesiones.
El Hospital General de Massachusetts, afiliado a la Universidad de Harvard, publicó en 2012 uno de los estudios más amplios sobre el sonambulismo en adultos, señalando que el estrés, la ansiedad y la privación del sueño son factores desencadenantes importantes. Además, encontró que el 61 por ciento de los adultos sonámbulos reportaron al menos un trastorno siquiátrico concomitante, especialmente depresión y trastornos de ansiedad.
Genéticamente, parece tener una base hereditaria significativa. Un estudio publicado en Neurology demostró que los niños con un progenitor que padeció sonambulismo tienen una probabilidad cinco veces mayor de desarrollar el trastorno. Esta correlación sugiere la implicación de genes relacionados con la regulación del sueño profundo y el umbral de activación cortical.
Diagnóstico, tratamiento y nuevas terapias
El diagnóstico es principalmente clínico, basado en el relato del paciente y sus familiares. No obstante, en casos complejos o atípicos, se puede recurrir a una polisomnografía, un estudio especializado que registra la actividad cerebral, ocular y muscular durante la noche. Esto permite distinguir el sonambulismo de otros trastornos como las crisis epilépticas nocturnas o los trastornos del comportamiento en el sueño REM.
La literatura médica ha documentado incluso casos extremos en los que los sonámbulos han cometido actos violentos, incluyendo homicidios durante el sueño. Estos episodios, si bien muy raros, abren debates legales y éticos sobre la responsabilidad penal de una persona inconsciente de sus actos. La medicina legal considera en estos casos evaluaciones neurosicológicas exhaustivas para establecer el grado de automatismo y desconexión consciente.
Desde una perspectiva terapéutica, el manejo depende de su frecuencia y severidad. En la infancia, suele bastar con mejorar la higiene del sueño, evitar la privación y establecer rutinas estables. En adultos, si los episodios son frecuentes o peligrosos, se pueden indicar terapias cognitivo-conductuales y, en algunos casos, benzodiacepinas de acción corta, bajo control médico.
Además, investigaciones recientes exploran el uso de estimulación acústica sincronizada con el ritmo del sueño para modular la actividad cerebral durante la fase N3, con resultados preliminares prometedores. Esta técnica busca reducir la disociación entre corteza motora y corteza prefrontal, clave en la fisiopatología del sonambulismo.
Sonambulismo en México y perspectivas futuras
Un aspecto poco explorado pero emergente es la relación entre sonambulismo y apnea obstructiva del sueño. Algunos estudios han identificado una posible relación bidireccional: la apnea puede fragmentar el sueño profundo y facilitar episodios sonámbulos, mientras que estos pueden interrumpir la arquitectura del sueño, agravando el cuadro respiratorio nocturno.
Otro punto de atención científica es el sonambulismo inducido por fármacos, especialmente por hipnóticos como el zolpidem. En ciertos pacientes, este tipo de medicamentos puede desencadenar comportamientos automáticos sin conciencia, similares al sonambulismo clásico. La Agencia Europea de Medicamentos ha alertado sobre estos efectos secundarios desde 2007, instando a un uso más controlado.
En paralelo, la neurociencia avanza hacia una mejor comprensión del fenómeno. Imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI) han mostrado que durante un episodio sonámbulo se activa la corteza motora y cerebelo, mientras permanecen inactivas regiones como la corteza prefrontal dorsolateral, encargada del juicio y la toma de decisiones conscientes. Esta disociación explica por qué el paciente actúa sin control ni memoria posterior.
Si bien el sonambulismo infantil suele ser motivo de curiosidad o anécdota familiar, en adultos puede convertirse en un motivo serio de consulta médica. El riesgo de caídas, accidentes o comportamientos impulsivos obliga a un enfoque multidisciplinario, que combine neurología, siquiatría, sicología y medicina del sueño.
A nivel social y legal, la concienciación sobre este trastorno debe ir acompañada de una mejor educación en salud del sueño. Con frecuencia, los sonámbulos son estigmatizados o ridiculizados, lo que retrasa el diagnóstico y tratamiento. La normalización de las consultas por trastornos del sueño puede ser una de las claves para reducir riesgos y mejorar la calidad de vida de quienes lo padecen.
El sonambulismo nos recuerda cuán compleja y aún poco comprendida es la mente humana. Entre la vigilia y el sueño, existe una frontera difusa en la que el cuerpo puede actuar sin la dirección de la conciencia. La ciencia, sin embargo, sigue avanzando hacia una mejor comprensión de este fenómeno, en busca de estrategias para prevenir, tratar y desmitificar una conducta que, aunque nocturna, arroja luz sobre el cerebro humano.
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El sonambulismo ha sido motivo de creciente atención en la medicina del sueño en las últimas décadas, y en México también se han desarrollado investigaciones y estrategias clínicas relevantes. De acuerdo con el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, en el país no existe una estadística oficial actualizada sobre la prevalencia del sonambulismo, pero especialistas en medicina del sueño reportan que los casos en adultos están subdiagnosticados por estigmas sociales o falta de acceso a clínicas del sueño. Por ejemplo, el Hospital General de México y el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) cuentan con unidades especializadas que atienden este tipo de parasomnias mediante polisomnografía y estudios neurosiquiátricos.
Además, según el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), las consultas por trastornos del sueño han aumentado en un 30 por ciento en la última década, particularmente entre adultos jóvenes, lo cual podría reflejar también una mayor incidencia o visibilización de conductas como el sonambulismo. Entre los factores contribuyentes se han identificado el aumento del estrés laboral, el uso excesivo de dispositivos electrónicos antes de dormir, y el consumo no regulado de medicamentos inductores del sueño.
Cabe señalar que en México no se han emitido lineamientos específicos sobre la relación entre sonambulismo y responsabilidad penal; sin embargo, existen antecedentes en los tribunales de otros países, como Canadá y Estados Unidos, donde los llamados “automatismos del sueño” han sido aceptados como defensa legal bajo criterios estrictos de diagnóstico diferencial.
En cuanto a las terapias emergentes, instituciones como el Centro de Sueño del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán han empezado a explorar técnicas de estimulación cerebral no invasiva, como la estimulación transcraneal con corriente directa (tDCS), en pacientes con trastornos del sueño profundo, lo que podría tener implicaciones futuras para tratar el sonambulismo refractario a métodos convencionales.
Por último, en el plano educativo y preventivo, la Secretaría de Salud ha impulsado campañas en línea y talleres presenciales sobre “higiene del sueño” en escuelas y centros de salud comunitarios. Sin embargo, su cobertura sigue siendo limitada, por lo que especialistas insisten en la necesidad de incorporar la salud del sueño como un eje transversal en la política pública de salud mental.