Recientemente, Priscila Arias, conocida como La Fatshionista, una influencer, modelo y activista mexicana se hizo viral por gritar consignas en la marcha del 8M de la Ciudad de México en contra de la gordofobia y a favor de la diversidad corporal.
Su video se hizo vira y ha generado todo tipo de reacciones; sin embargo, este evento provocó que visibilizara el término ‘cultura de dieta’.
La cultura de dieta puede explicarse como un sistema de creencias y prácticas promueve la idea de que el peso y la apariencia física son indicadores clave del éxito, la disciplina y la valía personal. A través de dietas restrictivas, conteo de calorías y la constante búsqueda de la delgadez, la cultura de dieta prioriza la estética sobre la salud integral y el bienestar emocional, y realmente no tiene que ver con comer saludable.
La idea es tan arraigada debido a que nuestra sociedad la refuerza diariamente a través de los medios de comunicación, las redes sociales, la publicidad e incluso en conversaciones cotidianas, perpetuando ideales de belleza inalcanzables y, en muchos casos, dañinos, por lo que cuestionarlo resulta muy escandaloso.
La cultura de dieta: cuál es la relación con la comida
La cultura de dieta no solo afecta lo que comemos, sino también cómo nos sentimos con nosotros mismos. Al promover estándares de belleza poco realistas y estigmatizar a quienes no los cumplen, muchas personas internalizan la creencia de que no son lo suficientemente “buenas” si no se ajustan a estos ideales. Esto genera sentimientos de culpa, vergüenza y ansiedad alrededor de la comida, lo que puede llevar a ciclos destructivos de restricción y atracones.
De acuerdo con Christy Harrison, dietista y autora de Anti-Diet, la obsesión por el peso y la apariencia distorsiona la percepción de lo que significa comer de manera saludable. En lugar de ver la comida como una fuente de nutrición y placer, muchas personas la perciben como un enemigo, algo que debe ser controlado o evitado. Esta mentalidad puede resultar en una relación disfuncional con la alimentación, donde las personas se sienten constantemente en conflicto entre lo que “deberían” comer y lo que realmente desean.
Este conflicto interno no solo afecta la salud física, sino también la mental, creando un ciclo interminable de insatisfacción y frustración.
Riesgo de trastornos de la conducta alimentaria
Uno de los aspectos más preocupantes de la cultura de dieta es su papel como factor de riesgo para el desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria (TCA), como la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón. La presión constante por alcanzar un cuerpo “ideal” puede llevar a comportamientos extremos, como la restricción severa de alimentos, el ejercicio compulsivo o el uso de métodos poco saludables para controlar el peso.
Estos trastornos no solo tienen consecuencias físicas graves, como desnutrición, problemas cardíacos y daños en el sistema digestivo, sino que también afectan profundamente la salud mental, generando ansiedad, depresión y aislamiento social, señala Virgie Tovar, activista y escritora especializada en la aceptación corporal.
Es importante entender que los TCA no son simplemente “fases” o “elecciones de estilo de vida”, sino condiciones médicas serias que requieren atención profesional. La cultura de dieta, al normalizar la obsesión por el peso y la apariencia, contribuye a que estas condiciones se subestimen o se pasen por alto, lo que dificulta que las personas busquen ayuda.
Movimientos en respuesta a la cultura de dieta
Afortunadamente, en respuesta a los daños causados por la cultura de dieta, han surgido movimientos que buscan promover una relación más saludable y compasiva con la comida y el cuerpo. Dos de los más destacados son:
1. Alimentación Intuitiva: Este enfoque revolucionario anima a las personas a reconectar con las señales naturales de su cuerpo, como el hambre y la saciedad, para guiar sus decisiones alimentarias. En lugar de seguir reglas externas o dietas restrictivas, la alimentación intuitiva fomenta la confianza en el propio cuerpo y la eliminación de la culpa asociada con la comida. Se trata de escuchar y respetar las necesidades individuales, permitiendo que la alimentación sea un acto de autocuidado en lugar de una fuente de estrés. La Alimentación Intuitiva fue desarrollada por las dietistas Evelyn Tribole y Elyse Resch en 1995
2. Salud en Todas las Tallas (HAES): Este movimiento desafía la idea de que el peso es un indicador directo de salud. En su lugar, HAES promueve comportamientos saludables, como una alimentación equilibrada y la actividad física, sin centrarse en la pérdida de peso. Este enfoque busca reducir el estigma asociado con el peso y fomentar la aceptación corporal, reconociendo que la salud es un concepto multifacético que va más allá de los números en una báscula.
El movimiento HAES fue impulsado inicialmente por la Asociación para la Diversidad de Tamaño y Salud (ASDAH, por sus siglas en inglés), una organización sin fines de lucro fundada en 2003.
No va en contra de la alimentación saludable
Es crucial aclarar que estos movimientos no están en contra de la alimentación saludable. Por el contrario, buscan desvincular la salud de la obsesión por el peso y promover un enfoque más equilibrado y sostenible. La idea es que las personas puedan disfrutar de la comida sin culpa, mientras toman decisiones que respalden su bienestar físico y emocional. Se trata de encontrar un equilibrio que permita a las personas sentirse bien consigo mismas, independientemente de su talla o peso.
En resumen, la cultura de dieta tiene un impacto profundo y, a menudo, negativo en la autoestima, la relación con la comida y la salud mental, pudiendo contribuir al desarrollo de trastornos alimentarios.