Mazatlán, Sin (RI Noticias).- La producción camaronera en Mazatlán ha caído hasta un 60% esta temporada, un retroceso alarmante que afecta tanto a los pescadores como a las plantas procesadoras. Los altos costos de operación y mercados restringidos están poniendo en jaque a uno de los sectores más importantes de la economía local, lo que exige una intervención política inmediata para evitar una mayor crisis.
Miguel Rousse Acosta Gerente General de Productores del Mar de México, subraya que la situación es crítica. Explica que, debido al aumento del costo del diésel marino y otros energéticos, los pescadores se ven obligados a operar con pérdidas. “Los barcos camaroneros apenas cubren los costos de operación para mantener a los pescadores y algunas plantas procesadoras funcionando”, asegura Rousse, quien también hace un llamado urgente a la acción. En sus palabras, “si no hay una voluntad política de realmente meterle un plan emergente, porque el sector camaronero necesita de un plan emergente, ahorita está totalmente colapsado.”
A este panorama se suma el hecho de que las plantas procesadoras y exportadoras, que antes eran el motor de la actividad camaronera, han reducido su operación drásticamente. De las 9 o 10 plantas en Mazatlán, solo dos o tres están funcionando, lo que impacta directamente en la mano de obra. Entre los trabajadores más afectados se encuentran las mujeres que laboran en las maquilas, muchas de las cuales son el sostén de sus familias. Rousse lamenta profundamente esta situación, destacando la falta de acciones políticas eficaces: “Es muy lamentable ver un sector en decadencia por la falta de acción.”
El sector camaronero ha experimentado una tendencia negativa en los últimos cinco o seis años, pero esta temporada se posiciona como una de las peores en los últimos 15 años. Los precios del camarón, que se encuentran entre los más bajos en una década, agravan aún más la situación. La combinación de una producción reducida, precios bajos y altos costos de producción ha sumido a los trabajadores en una incertidumbre creciente.
De acuerdo Rousse, un plan emergente es esencial para evitar que el sector, vital para la economía de las comunidades costeras del Pacífico, siga en declive. El riesgo es alto: sin medidas efectivas, las zonas pesqueras tradicionales podrían quedar “prácticamente desoladas”. La falta de voluntad política para enfrentar esta crisis podría tener consecuencias irreparables para el futuro de la actividad camaronera en la región.