El síndrome de la abuela esclava y el estrés del cuidador quizás no sean conceptos masivamente popularizados, aunque es probable que estén más cerca de lo que pensamos. ¿Alguna vez nos detenemos a pensar quién cuida al que cuida?.
Las tareas de cuidado, generalmente encabezadas por mujeres, provocan efectos que no sólo son poco valorados sino incluso invisibilizados. Muchas veces, además, estos roles se ocupan sin acuerdos previos y son distribuidos sin equidad de ningún tipo.
Mandatos, cuestiones económicas, presiones internas y externas y demás llevan a una sobrecarga que deriva en un descenso de la calidad de vida tal que, además, puede afectar la salud.
¿Abuelas que cuidan o abuelas esclavas?
Antes de hablar del síndrome de la abuela esclava es necesario hacer una distinción. “El cuidado y el compartir tiempo con los nietos es una actividad de tremendo disfrute, es una fuente de energía y de juventud. Acá estamos hablando de la situación de no elección, de cuidado completo y responsabilidad”, dijo a Clarín la Dra. Karin Kopitowski, Jefa del Servicio de Medicina Familiar y Comunitaria del Hospital Italiano de Buenos Aires.
Si bien el síndrome de la abuela esclava “no está en ningún manual de diagnósticos médicos, esto se usa en el discurso y en algunos trabajos”, aclaró la especialista.
El impacto se refleja tanto en la salud física como mental de estas mujeres. Si bien al llegar a la consulta manifiestan acudir por síntomas como insomnio, dolores musculares, estados de ansiedad, dolores diversos, luego de un intercambio con el profesional las razones salen a la luz. “Cuando se le pregunta por la vida cotidiana redefinimos el problema y todos esos síntomas difusos son la expresión en el cuerpo de esta situación de esclavitud (de esclavitud porque se sienten que no tienen elección)”, explicó la médica de familia.
Según ella, “si la abuela no tiene relevo y siente que si no está se cae el sistema puede resultar sumamente desafiante y agotador”. Además, añadió, suele suceder que cuando estas abuelas comentan sobre su cansancio o agotamiento el núcleo familiar lo minimiza.
La labor de los médicos de familia, sostuvo, en parte apunta a legitimar esas sensaciones: “Falta un reconocimiento social. Ya el sólo hecho de convalidar, de que esto existe, de que le pasa a otras personas provee cierto alivio, pero eso no es todo, después hay que buscar la solución”.
Acuerdos y soluciones
Kopitowski recomendó tres medidas fundamentales para afrontar estos momentos. Todos los acuerdos en este sentido, resaltó, deben ser explícitos y revisarse cada cierto período de tiempo. Además, instó a “desmedicalizar, redefinir esta situación como un problema de crisis familiar o vital y aportar recursos”.
- Anticipación y psicoeducación: es importante plantear ante las personas cuidadoras la posibilidad de otro esquema. Hay que advertir que “lo que se va a venir puede ser muy difícil, no sabemos por cuánto tiempo va a estar esa situación y, si se derrumba el cuidador se va a derrumbar todo. Entonces, si no convencemos al cuidador de que debe cuidarse por sí mismo, usamos el argumento de que se cuide para poder seguir cuidando”.
- Escuchar las señales: es necesario incentivar a los cuidadores a prestar atención a las alertas que da su propio cuerpo. En ese sentido, la médica dijo que tanto el apoyo emocional como enseñarles alguna técnica de manejo del estrés pueden ser de ayuda.
- Sumar cuidadores: “Para tener momentos de ocio y demás se necesita delegar en alguien más”, señaló la especialista. “A veces, como médicos de familia, vemos que la carga se reparte muy desparejo y hay que hacer intervenciones, ya que habiendo varias personas en condiciones de cuidar, esto termina recayendo sobre una persona, especialmente la hija mujer”.