BARCELONA — La ilusión en Montjuïc duró una hora. Hasta que Joao Cancelo cometió un penalti tan claro como innecesario a Dembélé y Mbappé transformó el 1-3 que dejó al Barcelona muerto. Imposible de recuperarse. Remontó el PSG en la Montaña olímpica para ganar por primera vez una eliminaroria al Barça habiendo empezado esta en París. Y el sueño de volver a una semifinal cinco años después se evaporó, acabando en pesadilla. Buscando la prórroga del 2-3, Mbappé logró el 1-4. Fin. Sin más.
El mismo 1-4 de su último duelo en el Camp Nou. Aquella vez fue Mbappé el protagonista con un hat-trick y esta vez, aunque anotó dos goles, le dejó el protagonismo a Dembélé, tan pitado como decisivo. Goleador primero y provocador del penalti después. Todo en una noche que comenzó con euforia azulgrana y acabó con fiesta francesa.
Ocurrió en un partido que al equipo de Xavi se le empezó a torcer a la media hora, cuando una falta de Araújo a Barcola la interpretó el árbitro como expulsión. Reaccionó el entrenador azulgrana dando entrada a Íñigo Martínez por Lamine Yamal y el supuesto refuerzo en defensa provocó la pérdida de electricidad delante. Y un descenso paulatino de foertaleza ofensiva para el Barça. Que lo acabó pagando.
Conservador el Barça y obligado el PSG, las circunstancias mandan, fue el equipo francés el que de buenas a primeras tomó el control del choque, dominando a un equipo azulgrana cada vez más atrasado y que sin sufrir de mucho peligro en su área sí retrasaba más y más sus líneas, permitiendo al campeón francés un desahogo preocupante…
Hasta que, de pronto, emergió Lamine Yamal, apenas superados los diez minutos y en su primera incursión por la banda. El jovencísimo delantero azulgrana le hizo un cuadro a Nuno Mendes y a su centro envenenado respondió llegando desde atrás Raphinha, rematando de manera tan extraña como inverosímil para lograr un 1-0 tan inexplicable para el PSG como tranquilizante para el Barça.
Dos goles por delante, Dembélé tan pitado como obtuso, Mbappé desaparecido otra vez y calma en el césped. Fiesta en la grada, el Barça presentando candidatura… Hasta que llegó la expulsión de Araújo y la película fue transformándose.
Igualó Dembélé cerca del descanso (un gol en 34 partidos y dos goles en dos partidos contra el Barça) rematando un centro de Barcola al que no supo responder nadie de la defensa y agradeció el equipo azulgrana la llegada del descanso, con un empate que le valía por más que sospechase que la segunda mitad sería de un sufrimiento absoluto.
EL FIN
Y así fue, ni más ni menos. O, peor aún, una muerte esperada porque tanto física como mentalmente el PSG se mostró mucho más solvente desde que dio inicio el juego. Volvía el Barça a ceder terreno y lo agradecía y empezaba a aprovechar el conjunto galo, sin que necesitase mostrar la mejor versión de Mbappé pero globalmente cada vez más cerca del área de un Ter Stegen que salvó un primer remate envenenado…
Pero que ya no pudo, 54 minutos, con el segundo: un obús raso y cruzado de Vitinha desde fuera del área, aprovechando la parsimonia de Lewandowski y la invisibilidad de De Jong al ir a taparle. 1-2 y Montjuïc empezando a temerse una eliminación que dos horas antes nadie imaginaba.
Perdido en el campo el Barça, lo peor estaba por llegar. Primero Xavi se ganó la expulsión por sus malos modos y después llegó la clave definitiva para explicar el hundimiento. Dembélé tomó un balón en ataque y saliendo del área por la banda derecha fue arrollado de manera infame, ridícula, por Cancelo, cometiendo un penalti tan absurdo como claro que transformó Mbappé para enterrar las esperanzas azulgranas.
De ahí al final fue un quiero y no puedo del Barça. Casi ya sin ideas y falto de fuerza ante un rival mucho más entero, más centrado y que aprendiendo la lección del partido de ida acabó convirtiendo la vuelta en un festival. Porque así hay que decirlo cuando Mbappé logró el mismo 1-4 con que el PSG le había goleado en su última visita al Camp Nou.
El PSG a semifinales y el Barça a casa. La lógica, a fin de cuentas, era esa cuando se celebró el sorteo.