El pasado 23 de noviembre tres mujeres fueron secuestradas mientras practicaban senderismo alrededor del Centro Ceremonial Otomí, en el municipio de Temoaya, en el Estado de México. El caso trascendió en los medios porque una de las víctimas era la sobrina de la exsecretaria de Economía Tatiana Clouthier. Consiguieron liberarlas a las pocas horas gracias a una operación policial, pero la reputación del senderismo en México ya había sufrido el daño. ¿Puedes caminar tranquila, con amigas, en los entornos naturales mexicanos? Las agrupaciones senderistas asumen con rabia la inseguridad, el veto de ciertos lugares y llevar a cabo esta actividad con profesionales que cumplan varios protocolos.
Jorge Hermosillo lleva más de cuatro décadas de recorrido por los mejores paisajes del país. Es coordinador de la sección en Toluca del Club de Exploraciones de México, que el próximo marzo cumplirá 102 años. A través del teléfono explica que la zona donde ocurrió el incidente está en alerta amarilla, la más baja -pero ya considerada insegura- según el rango cromático que usa para medir la inestabilidad. “En el municipio de Isidro Fabela, la carretera que va hacia el Centro Ceremonial Otomí es muy solitaria y el área está muy desprotegida”, explica.
La culpa siempre debe ser de los agresores, el deber de proteger de las fuerzas de seguridad, pero como la violencia campa a sus anchas en México, la asociación senderista ha establecido su propio protocolo de garantías. Con él han conseguido que les ocurran pocas desgracias, aunque Hermosillo recuerda un asalto contra unos compañeros en el itinerario Haciendas Pulqueras, que recorre varias destilerías históricas de la bebida milenaria en Hidalgo. “Fue un robo de bicicletas, había armas, fue como hace unos cinco o seis años”, recuerda.
Para que no se repita el horror, el club se protege con un objeto básico pero efectivo: un silbato. Sirve para avisar al grupo de los peligros inminentes. También lo acompañan radios Motorola para comunicarse a largas distancias. A través de las ondas, las claves son: color amarillo, que significa atención; color naranja, peligro; y color rojo, emergencia. Y varias preguntas básicas que hay que responder antes de irse de ruta: “¿Dónde vas? ¿Con quién? ¿A qué hora sales y cuándo regresas?”.
Si se encuentran con alguien sospechoso, siempre saluda el guía y “dice alguna mentira”, para despistar. Un catálogo de medidas que hay que tener siempre en mente para poder disfrutar de una bella caminata por un bosque frondoso o un lago en las montañas.
Lo malo es encontrarse dos veces con la misma persona, en el caso de que se desconfíe de ella. La primera se da un aviso. Si se vuelve a dar el encuentro, es alerta naranja, y el grupo se dispersa. “Es un factor sorpresa para protegernos. Esto nos pasa más seguido, fíjate”, denuncia el senderista.
La triste realidad que ocurre en el Estado de México y en otras partes que rodean la capital del país es que algunas áreas naturales están vetadas. “Nosotros le llamamos zonas rojas”, explica el coordinador. Destaca la inseguridad en el Monte Tláloc y la cima del Tlelapón, dos montañas que lucen hermosas desde Ciudad de México. O en los hermosos lagos de aguas cristalinas rodeados de cerros poblados de altos pinos de Zempoala, en Morelos. Maravillas naturales que tienen al crimen como guardián y mantiene alejados a los amantes de la naturaleza.
Los mismos problemas, con diferentes paisajes, ocurren más allá del centro del país. En las vastas llanuras desiertas de Zacatecas, que esconde bellas postales por todo su territorio, el grupo de actividades de montaña Salvajes de la Pradera ha restringido sus rutas de cada jueves a zonas urbanas o semiurbanas cerca de la capital homónima.
-¿Sigue siendo seguro hacer senderismo en lugares naturales de Zacatecas?
-Te soy honesto. Nosotros preferimos programar salidas fuera del Estado.
Y eso que Eduardo Gil, coordinador del grupo zacatecano, suele ir con multitudes de entre 100 y 120 personas. En el número reside la fuerza. Su otro método de protección suele ser contactar con las autoridades del lugar donde van a hacer la caminata. Si no consigue hacerlo, se cancela la excursión. “Hemos tenido conocimiento de otros grupos más pequeños, que sí los han asaltado”, lamenta Gil.
Él recuerda el sonido de las balas en Hacienda Nueva, un pequeño pueblo a 10 kilómetros de distancia de Zacatecas capital, en el municipio de Morelos. “Nosotros llegamos a la comunidad y se desató un enfrentamiento. Escuchamos las ráfagas, aunque por suerte no nos tocó verlo. Nos refugiamos en un lote baldío, agachados, como 30 o 40 minutos, hasta que pasó todo”. Lamenta profundamente que los delincuentes sean los reyes de lugares que descubrir. “Este año hemos sido más cautelosos porque si sentimos la zozobra de tener algún encuentro con el crimen organizado”, explica.
En Zapopan, Dínamo Burciaga lleva cuatro años como administrador del Club de Senderistas Senpertar, que suele recorrer diferentes puntos de Jalisco. Burciaga ya sabe qué puntos del Estado están prohibidos. “Un día fuimos aquí, cerca de Tequila, a bañarnos a una pileta. De repente había un cartel que ponía propiedad privada. Los rumores decían que había una plantación de marihuana. Nosotros no le buscamos cinco patas al gato”, rememora el guía.
Ellos se protegen de diversas maneras. “Vamos a rutas conocidas. Un guía delante y otro atrás para no perdernos y además compartimos información entre grupos senderistas por si pasa algo”, explica. Para explorar nuevos itinerarios suele mandar a uno o dos guías experimentados para conocer el lugar. Uno de esos donde el crimen no ha asomado, para poder disfrutar de la naturaleza antes de que el cambio climático se la lleve.