Los primeros días de enero de 2019, Lucero Guadalupe Sánchez López escuchó fuerte, claro y bien deletreado un nombre: Kate del Castillo. Ese día, frente al jurado del Tribunal del Distrito Este de Nueva York, en Brooklyn, la ex diputada mexicana apenas toleró la pregunta incisiva:
—¿Sabías que se interesó por Kate, la actriz de telenovelas de México?
—Bueno, en realidad… nunca me habló de eso —fue la respuesta de Sánchez.
No sólo Lucero tuvo que soportar escuchar nombres de otras mujeres que compartieron el lecho con el hombre que ella había amado; también la señora sentada frente a ella, la esposa del capo, Emma Coronel, tuvo que tolerar la mirada de lástima de la gente mientras la amante permanente de Joaquín El Chapo Guzmán hablaba en la Corte.
Las dos, escucharon durante el juicio los nombres de otras mujeres que no gozaron de lujos ni de privilegios como ellas. De casos como el de las niñas de 13 años que presuntamente fueron drogadas y abusadas por el líder del cártel.
—De hecho, te habló de que quería producir algún programa o película sobre su vida, ¿correcto? ¿Y sabías que estaba en contacto con escritores de los Estados Unidos y de otros países para escribir sobre su vida, ¿correcto?
Preguntas semejantes planteadas a Lucero Guadalupe se fueron sucediendo una y otra vez. Ella, sin remedio, tuvo que reconocer o negar públicamente las infidelidades de Joaquín Guzmán Loera.
Drogas, asesinatos y escapes
Documentos judiciales a los que tuvo acceso MILENIO revelan que Sánchez no tuvo demasiados inconvenientes en entregar material delicado sobre su ex pareja sentimental a las agencias estadunidenses, las cuales presumiblemente terminaron por beneficiarla: hasta ahora no hay registros de que la mujer esté en alguna prisión de la Unión Americana.
Lucero Guadalupe Sánchez entregó 6 mil mensajes de texto donde el mismo capo le confesó operaciones relacionadas con drogas, asesinatos y escapes, entre otros delitos que cometió mientras fue líder del Cártel de Sinaloa.
La famosa “chapodiputada” –como la bautizó la prensa– fue legisladora por el estado de Sinaloa. Ella misma relató cómo logró hacerse de un escaño en la política nacional a pesar de su relación tormentosa con Joaquín Loera, a quien quiso dejar en innumerables ocasiones –sobre todo por miedo, según afirmó– pero con quien mantuvo una relación hasta el día de su encarcelamiento en Estados Unidos, en 2019.
—Kiero comentarle K no cavieron los paquetes en el avion aya quedaron 50 kilos empaquetados —escribió Lucero Guadalupe.
—Y cuantos eran amor —respondió El Chapo.
—400 kg, solo cupieron 350 —describió ella.
—Quedo muy bien empaquetado amor, cuanto son los paquetes —volvió a preguntar Guzmán.
—De 10 kilos amor. Llevan la marca de un 4 en un corazón —explicó la mujer.
—Amor asta ai va un corazón —dijo romántico Guzmán.
—Q emoción —expresó ella.
Para Lucero Guadalupe estos mensajes, en los cuales se intercalaban mensajes de amor con transacciones de drogas, no eran inusuales. Pero no podrían haberse dado si el elemento confianza no hubiera existido de parte del Chapo.
Lucero nació en Cosalá, una población a 160 kilómetros de la capital sinaloense, en el seno de una familia muy humilde de trabajadores mineros, y durante su niñez colaboraba en la economía familiar y para su sostenimiento vendiendo empanadas en las calles de Culiacán.
A los 16 años se fue a vivir con un hombre originario de la zona del Triángulo Dorado –que comprende los estados de Sinaloa, Chihuahua y Durango–, quien como muchos ahí, cultivaba y vendía la mariguana que sembraban en los campos, empujado por la pobreza que solía ser extrema. Durante esta relación Lucero vivió la violencia y se sometió a las agresiones que le propinaba su pareja.
Eso cambió en 2010, cuando conoció al Chapo. Un año después, el capo, al ver el talento mostrado para negociar con los campesinos, la invitó a negociar la compra de marihuana en su nombre, en las montañas de Durango y Sinaloa.
Si tuviera que marcar la fecha en que inició su relación con Guzmán Loera, fue en febrero, el mes del amor.
Ella recuerda bien cómo empezó todo: cuando Guzmán la conoció, empezó a enviarle mensajes que luego se convirtieron en llamadas telefónicas y, al igual que hizo con Kate del Castillo, rápidamente le compró un teléfono Blackberry para comunicarse directamente sin ningún riesgo. Él la guardó en su teléfono personal con el apelativo de “Hermosura”; ella, con una “J”, de Joaquín.
“Hablábamos de nuestra relación romántica, cosas como esas. Yo quería tener una relación más estable con él y cosas así”, dijo Lucero aquel 17 de enero de 2019 en Estados Unidos. Los amantes encontraron la manera de verse más a menudo, las visitas que ella le hacía pasaron de uno a tres días a la semana.
Lucero recorría distintas partes del país para encontrarse con su amante en residencias que le servían como escondite, como la que estaba Cabo San Lucas, una casona beige con vista al Océano Pacífico y con jacuzzi incluido. El Chapo pudo permanecer poco tiempo en ese lugar, hasta que un operativo del gobierno mexicano “le cayó encima”.
La exdiputada lo recuerda así: “Él tenía muchas espinas y raspaduras, y me dijo cómo su secretaria lo había ayudado a saltar la valla. Tenía sangre encima y me contó lo que había sucedido: que se había caído después de saltar la valla y fue entonces cuando se raspó porque se escondieron entre arbustos espinosos”.
Guzmán la enviaba a las montañas de Sinaloa a reunirse con campesinos que ella conocía desde jovencitos. La había elegido porque el capo conocía cómo se había movido desde chiquilla por las comunidades de la sierra. La consigna era conseguirle droga “buena, bonita y barata”.
Algunos mensajes que se dieron a conocer en la audiencia judicial revelan los mensajes de amor y transacciones de drogas que se enviaron durante tres años. Lucero le dibujaba mensajes que iban escondidos en los cuadros de mariguana que le llegaban desde los cerros a El Chapo.
—El corazon es K lo amo y el cuatro en K vengigo el día K usted yego a este mundo. El dia de su cumple ♡ —decía uno de ellos. El capo, por cierto, nació un 4 de abril.
—A si es sierto, la semana quentra para q compres trescientos y ya completas otro viaje amor — respondía El Chapo, visiblemente menos emocionado que ella, y más interesado en los kilos de droga que le traería con el apoyo de un piloto apodado Cachimba.
Lo amaba y le temía
Durante su relación, los mensajes iban y venían con el mismo tono, entre asuntos de negocios y expresiones cariñosas.
—Amor, mira cuánto hay disponible para ti (droga) para comprarlo todo, pero, si es necesario, rompa las bolsas y verifique —exponía Guzmán.
—Está bien amor —respondía ella.
—Está bien, cariño. Te amo. Cuando puedas ir, sube a enviar un mensaje, amor —le solicitaba El Chapo.
Otras veces, Lucero le expresaba el miedo que sentía de ir en su representación a la sierra a comprar droga, pero tampoco se oponía del todo porque, según ella misma, aunque estaba enamorada de él también le inspiraba temor.
—La gente habla demasiado. Yo he tenido cuidado de no ser vista pero ya ves cómo todo el mundo lo sabe. Y uno puede aparecer colgado en algún lugar debido a la envidia. No duermo amor —llegó a expresarle al capo.
—Mira, la mafia mata a la gente que no paga o gente soplona, pero si eres gente seria, no amor —la tranquilizaba Guzmán.
—Bueno, eso es verdad, amor. Sé que cuando una persona es leal y directa puede durar años. Él o ella pueden morir por causas naturales. Pero hay también las personas envidiosas que, sólo porque quieren conseguir a alguien fuera de su camino, hacen cosas malas. Pero no tengo miedo de eso, amor. He pensado en cosas antes. Yo sé que no estoy haciendo nada malo. Al contrario, creo que esto es bueno para las personas, y más contigo porque has ayudado a los ranchos mucho. Y estoy orgullosa y mantengo la cabeza en alto guiada por ti, amor.
En el fondo, las palabras de Lucero eran un recordatorio de que no era una soplona y jamás lo delataría ante el gobierno ni revelará información sobre sus escondites. “Y no quería que desconfiara de mí porque pensé que tal vez él también podría lastimarme”, declaró finalmente.
Lucero Guadalupe aseguró que intentó separar sus sentimientos del negocio con Guzmán, pero no siempre le fue posible. En cambio, su amante sí lo lograba. Y era muy desconfiado. Recuerda que cuando iba a visitarlo le vendaba los ojos para que no identificara el trayecto.
—Así es, amor. Las mentiras son la causa de los problemas. No mientas, y la gente siempre verá lo bueno, amor. Siempre recuerda eso. Te digo esto porque yo te amo. Incluso si cometes un error, no lo niegues, y tú siempre serás feliz y la gente te apreciará —le advertía el capo constantemente, endulzando sus amenazas con palabras de amor.
Durante el juicio del 17 de enero de 2019, tras leer este mensaje y mirando directamente a Guzmán Loera, la ex diputada se echó a llorar. Pero una vez que se recuperó de lo que le generó leer en voz alta los mensajes privados, Lucero relató que ya para junio de 2012 El Chapo la había ascendido en la organización. Desde entonces fue la encargada de revisar la operación de empresas fachada a través de las cuales se realizaban operaciones con drogas y transacciones de dinero. Tales empresas estaban en Ciudad de México, Los Ángeles, California y en Ecuador. Eran negocios de jugo, fruta, bodegas y harina de pescado.
“Yo les decía a qué instituciones tenían que ir para registrar la empresa, cómo configurar cuentas bancarias, todo lo relacionado con la documentación legal de la sociedad y su constitución, para establecer la base para poder empezar a operar”, dijo la mujer durante el juicio.
Pero al mismo tiempo se convirtió en su “esposa”, aseguró Lucero: Hacía sus compras, elegía su ropa, sus lociones, todo lo que tenía que ver con su cuidado personal.
“Yo era como una esposa de casa. Cortaba las piernas de los pantalones porque eran un poco largos, así que tenía que volver a adaptarlos a su propia altura”.
La ex diputada recuerda que la dinámica de la relación empezó a ir en picada a finales de 2012, hasta que se volvió insostenible. Tan fue así que decidió meterse en la política y militar en el Partido Acción Nacional (PAN) en Sinaloa. En 2014 fue electa diputada por Cosalá, su ciudad natal, en el Distrito Número 16 del estado norteño. Y ganó con muchos votos a su favor.
Pero El Chapo no la dejaría tranquila. La llamaba insistentemente, le pedía que lo visitara en su nuevo escondite en Culiacán.
Lucero también narró experiencias directas vividas con el narcotraficante. Como una que se suscitó en 2014.
“Ya sabes, después de que nos quedamos despiertos, estuvimos hablando por horas, él y yo, y después de eso no pude dormir —relató con profusión Lucero Guadalupe—, estaba despierta alrededor de las tres o cuatro de la mañana cuando comencé a escuchar algunos ruidos fuertes en la puerta exterior. Escuché muchos golpes y helicópteros, gritos. Oí entrar a Cóndor (un empleado) y decir, ‘Tío, Tío, abre arriba, están sobre nosotros, están sobre nosotros’. Y yo estaba muy asustada. Estaba en estado de shock ese día. Estaban corriendo por todos lados y luego vi entrar al baño con Cóndor y con la criada y me dijo, ‘Amor, ven, ven conmigo, ven aquí’”.
Amor y Traición: La historia detrás de las cartas que hundieron a El Chapo
En el juicio Lucero agregó otro momento de esa escena: “Lo que pasó fue que había como una tapa en la bañera que subió y justo allí, y yo estaba: ‘cómo, ¿debo entrar ahí?’ Estaba muy asustada porque estaba oscuro y todos estaban entrando ahí. Bueno, lo primero que vi fueron escalones de madera y luego lo siguiente, lo único que pude ver fue completa oscuridad. Para mí fue horrible porque nunca había estado en un lugar como ese. Era un lugar húmedo, lleno de agua, con lodo. Él salió corriendo primero y nos dejó atrás, así que seguí sintiendo los lados del túnel para poder atravesar la oscuridad y saber dónde ir. Bueno, salimos a una zona, era como un río, creo que fue el río Humaya”.
El capo sería detenido unos días después, el 22 de febrero de 2014, durante un operativo realizado en el número 608-A del malecón de Mazatlán, en un condominio de torres y apartamentos frente al mar.
Lucero también reconoció que con la captura llegaron los interrogatorios de la gente del Chapo. Dámaso López Núñez, El Licenciado, la cuestionó para saber cuál había sido su reacción y si tenía algo que ver con la captura de su patrón.
Por eso Lucero no se atrevió a negarse a ir cuando El Chapo la mandó llamar a través de su abogado, Manuel Osuna, para que lo visitara en septiembre de 2014. El capo no había perdido la costumbre de enviar cartas desde el penal de máxima seguridad. Se entretenía.
“Para mi reyna que es un amor. Espero que te encuentres bien, tu familia y nuestros hijos son mis mejores deseos. Te cuento que me dio mucho gusto recibir tu carta amor y al leerla me puse muy feliz al darme cuenta que nuestro hijo está muy bien, que alegría no dejes de cuidarte. Vivir sin ti es mucho desamparo. Vivir sin tus palabras es mucha soledad”, escribía Guzmán, quien misteriosamente hacía alusión a “hijos” compartidos.
Lucero terminó visitándolo en prisión, pero lo hizo bajo un nombre falso y una identificación alterada. No obstante, el hecho era escandaloso y la noticia rápidamente se propagó. Ya para abril de 2015 comenzó a ser llamada la “chapodiputada”, y en septiembre de 2016 fue destituida de su puesto como legisladora local.
“Estaba temerosa de sus enemigos y temerosa de ser atacada, porque la verdad días después de que salió esto empecé a recibir amenazas de muerte de los enemigos del Señor”, declaró la ex legisladora.
El 21 de julio de 2017, Lucero Guadalupe llegó a la ciudad de Tijuana en un vuelo que partió de Sinaloa. Su intención era escapar de los enemigos de Guzmán. La mujer intentó cruzar hacia San Diego, California, por el paso internacional Cross Border Xpress, localizado en el aeropuerto de la ciudad fronteriza. Fue un momento terrible para ella: un oficial de migración estadunidense se llevó sus documentos para revisarlos. Tardó varios minutos que le parecieron una eternidad.
Al darse cuenta que estaban corriendo su nombre en una base de datos, intentó huir hacia el lado mexicano. Pero era muy tarde, ya sabían quién era. Los agentes de migración la alcanzaron y derribaron como en juego de futbol americano. Resultó muy lastimada.
Primero fue trasladada a un centro de detención en San Diego, después fue llevada a Washington, D.C., donde comenzó a enfrentar un juicio por colusión con El Chapo Guzmán. Sin embargo, la extradición de su examante a Estados Unidos la benefició, pues en enero de 2019 se convirtió en uno de los testigos más importantes en su contra, declaró con lujo de detalle cómo fue el escape en Culiacán, cómo se hacían las compras de droga en el Triángulo Dorado, además de revelar nombres importantes de los cómplices del Chapo.
Después de su cooperación, su número de identificación dejó de aparecer en alguna cárcel de Estados Unidos. Según el Buró de Prisiones, ella ya no se encuentra bajo su custodia, simplemente desapareció sin dejar rastro.
No obstante, información revelada en los documentos del juicio contra El Chapo podría dar una pista sobre el paradero de la mujer: se reveló que, a cambio de su cooperación, el gobierno le prometió una recomendación con el juez para que fuera benévolo al dictar su sentencia, además de que le garantizaron beneficios para toda su familia.
Con todo, la vida de Lucero ha sido marcada por la tragedia: en 2014, su ex esposo Rubén Chávez fue secuestrado y asesinado en Cosalá, Sinaloa. Unos días antes había ocurrido el homicidio de su hermana María Carolina. Las autoridades lo relacionaron con un crimen pasional.
Hoy no se sabe adónde fue trasladada Lucero Guadalupe, si recibió años de sentencia o, incluso, si realmente llegó a tener un hijo o más con el capo. Por ahora sólo quedan los mensajes de amor y los hechos de traición.