Cuando se le pregunta por el Real Madrid de los años 80, el ex delantero mexicano menciona inmediatamente apellidos y recuerdos de sus mentores. En su memoria figura la inspiración de su hermano Horacio, portero nacional en Múnich 1972, los goles de chilena y sus cinco Pichichis. Pero también las ocasiones en que seguidores rivales lo recibían con insultos en estadios ajenos, gritando “¡Indio, cabrón, te mandaremos al paredón!”.
Más de 30 años después, Hugo observa en su papel de analista que España no ha podido expulsar las expresiones discriminatorias de sus estadios. Su sonrisa desaparece cuando menciona el caso del brasileño Vinicius Junior, a quien centenares de personas le gritan de manera reiterada “mono” en diferentes sedes de la Liga.
Los culpables, asegura, “no son muchos, pero sí los suficientes para preocuparse y terminar con ellos” lo más pronto posible. “Cuando yo jugaba de visita con el Atlético y Real Madrid, los gritos y manifestaciones del público no eran nada agradables. Lo que hacía era cambiar el chip, transformar eso en motivación y energía positiva, porque intuía que los rivales estaban pendientes de mí y no querían que hiciera goles”.
Aunque su relación con Vinicius es más bien lejana, el Pentapichichi considera que existe un mundo entre condenar los actos de menosprecio e intentar erradicarlos de raíz en este deporte. “Lo que vi-ve él es muy parecido a lo que yo pasé en el Madrid, es un problema que no debe existir más en los estadios”, recalca. Y si bien hay cosas que prefiere olvidar, algo lo lleva de vuelta a los años 90, cuando recibió la Bota de Oro.
Se guardó la rebelión
“En algún momento, rondó por mi cabeza rechazar el premio, porque en esa época en aquella asociación (European Sports Media) no nos votaban ni a Diego Maradona ni a mí para ganar el Balón de Oro (de la FIFA)”, confiesa. “Isabel, mi ahora esposa, me acompañó a la ceremonia y le dije que no quería aceptarla por la injusticia de que ni a Diego ni a mí nos consideraran por no ser europeos. Era un acto discriminatorio. Luego ella me convenció de tenerla, pero me arrepentí de no rebelarme”.
Con el tiempo, el único jugador no nacido en Europa que pudo trascender esa barrera fue el liberiano George Weah, actual presidente de su nación y el único africano en conseguirlo en 1990. “La Bota de Oro la tengo en casa, pero el mayor reclamo fue no haber competido por el galardón más importante”, insiste. De bigote y barba de candado, el goleador mexicano más importante que ha habido en Europa reflexiona en otro punto de la conversación sobre la realidad que enfrentan los jugadores de su país y los malos manejos de los federativos.
“El futbol se ha modernizado tanto que cada vez quedan menos delanteros naturales, de esos goleadores clavados. Santiago Giménez tiene calidad y talento para estar en la liga española. Si la opción es el Sevilla, habría que decirle a Jesús Tecatito Corona que lo recomiende de forma directa. Yo lo he hecho con otros futbolistas y entrenadores. Pero ¿jugar en el Real Madrid? Esas ya son palabras mayores”, analiza y el tono cambia cuando pasa a hablar de directivos de saco y corbata.
“Las decisiones que han tomado no son las más acertadas, porque hay muchas plazas de extranjeros, sobre todo en las posiciones más solicitadas. De aquí al Mundial de 2026 no vamos a tener el ni-vel que se necesita para que el futbol de la selección sea mejor. Algunos dueños tomarán nuevas decisiones, otros en cambio sólo saben ganar dinero.”