A pesar de los avances en los últimos años hacia la igualdad de género, en 2025 persisten desafíos significativos que dificultan el progreso real para las mujeres, especialmente en México, donde el país ocupa el lugar 119 de 146 naciones en el Índice Global de Brecha de Género 2024. Además, sólo el 3 por ciento de las empresas tienen a una mujer en el cargo de directora general, mientras que solo el 11 por ciento cuenta con una mujer en la dirección financiera, a pesar de que las mujeres representan casi la mitad de la fuerza laboral.
En América Latina, apenas una de cada diez empresas tiene a una mujer como CEO y la presencia femenina en los consejos de administración sigue siendo inferior al 15 por ciento. A nivel mundial, la disparidad salarial sigue siendo una de las manifestaciones más claras de esta inequidad, con las mujeres ganando un promedio del 20 por ciento menos que los hombres por realizar el mismo trabajo.
Según Carmen Correa, CEO de la organización Pro Mujer, existen barreras estructurales que continúan limitando el acceso de las mujeres a oportunidades económicas. “Más del 73 por ciento de las emprendedoras en América Latina sigue sin acceder al financiamiento necesario para desarrollar sus proyectos.
Además, el peso de las tareas de cuidado no remuneradas sigue recayendo sobre ellas, lo que limita su capacidad para ingresar al mercado laboral, emprender o continuar su educación”, señala Correa. A esto se suman los altos índices de violencia de género que afectan la participación de las mujeres en la economía y en el ámbito político.
Las mujeres en sectores como la educación, la salud y los servicios sociales siguen enfrentando salarios bajos y condiciones de trabajo precarias. Además, la sobrecarga de tareas no remuneradas, que recae principalmente sobre las mujeres, limita su acceso a mejores oportunidades laborales y a puestos de liderazgo. A pesar de que la representación femenina en cargos de decisión ha aumentado, el progreso sigue siendo desigual.
El acceso a la salud y a servicios de cuidado es otro desafío importante. En muchos países, especialmente en las zonas rurales, las mujeres enfrentan grandes dificultades para acceder a servicios médicos de calidad, lo que incrementa su vulnerabilidad y limita su autonomía económica. En México, las mujeres rurales se enfrentan a una infraestructura de salud insuficiente, lo que empeora aún más su situación.
En este contexto, organizaciones como Pro Mujer han contribuido a reducir la brecha de género; en los últimos 35 años, ha brindado más de 10 millones de atenciones en salud, otorgado más de 4 mil 400 millones de dólares en créditos y transformado la vida de 2.5 millones de mujeres en más de 20 de América Latina. “Es fundamental demostrar el impacto positivo que las mujeres pueden generar cuando tienen acceso a la economía, al mercado laboral y a los puestos de liderazgo”, concluyó Carmen Correa.