Los matrimonios infantiles en las comunidades de Chiapas representan uno de los principales obstáculos que impide la realización de los proyectos de vida de las niñas y adolescentes, siendo la pobreza y los usos y costumbres los factores que conllevan a que las menores sean intercambiadas por una cantidad de dinero o productos del campo.
En este sentido, Patricia Chandomí acompañante de mujeres sobrevivientes víctimas de violencia machista, señala que el matrimonio infantil o también denominado forzado, es la primera violencia que viven las niñas o las adolescentes en el estado, seguida por la violación, ya que al momento de ser entregadas con sus esposos, que en su mayoría son personas mayores de 40 años, no tienen conocimiento sobre lo que le pasará a su cuerpo.
“Sí en familias de las llamadas mestizas, pocas veces se habla del sexo, relaciones, de prevención del embarazo, métodos anticonceptivos, en familias indígenas ese es un tema que pocas veces se aborda, entonces esa adolescente, esa joven, la entregan sin darle la información, ella no sabe qué le va a pasar, entonces derivado del matrimonio forzado viene la violación, esa es una segunda violencia”, apuntó.
La tercera violencia de la que son víctimas las menores que son casadas a la fuerza en las comunidades de la entidad chiapaneca, es el embarazo forzado, debido a que después de contraer matrimonio no tienen oportunidad de decidir sobre tener un hijo, aunque de manera general los matrimonios forzados desencadenan una serie de violencias contra las mujeres ante la complicidad, la omisión del Estado y de todos los varones que legitiman esta práctica.
Los matrimonios forzados son de palabra
La activista explica que los casos de matrimonios forzados registrados en los Altos de Chiapas, así como en otras regiones, tienen por costumbre no acudir al Registro Civil, sino que son matrimonios de palabra donde el casamentero en muchas ocasiones llega a ser el vecino, el agente rural o una persona allegada a la familia.
“No es un consuelo aumentar la edad a 18 años en la ley para casarse, porque esta práctica se sigue reproduciendo, hay que reconocerlo cada vez menos, pero no quiere decir que ya no exista y sobre todo por este subregistro porque no quedan documentado esos matrimonios no quedan documentados más que en la vida y en la experiencia de estas niñas, muchas de ellas que en la primera menstruación ya las ofrecen con personas de 40 años, con personas que ya tienen otras esposas”, puntualiza.
Dentro de los productos documentados que generalmente se utilizan para el intercambio de una menor, se encuentra el plátano; la bebida tradicional de los Altos de Chiapas denominado Posh; maíz, aunque últimamente lo que más predomina es el dinero, este, para las familias representa que entre más dinero reciban más bonita es su hija, que a su vez, determina mayor estatus.
La defensora de los derechos humanos de las mujeres explica que el matrimonio forzado no es un fenómeno propio de las comunidades indígenas de Chiapas, sino que también ocurren en contextos de riqueza, donde los monopolios empresariales hacen que las hijas solo convivan con los hijos de dos o tres familias millonarias, para después inducirlos al matrimonio.
“No es un consuelo aumentar la edad a 18 años en la ley para casarse, porque esta práctica se sigue reproduciendo, hay que reconocerlo cada vez menos, pero no quiere decir que ya no exista y sobre todo por este subregistro porque no quedan documentado esos matrimonios no quedan documentados más que en la vida y en la experiencia de estas niñas, muchas de ellas que en la primera menstruación ya las ofrecen con personas de 40 años, con personas que ya tienen otras esposas”, puntualiza.
Dentro de los productos documentados que generalmente se utilizan para el intercambio de una menor, se encuentra el plátano; la bebida tradicional de los Altos de Chiapas denominado Posh; maíz, aunque últimamente lo que más predomina es el dinero, este, para las familias representa que entre más dinero reciban más bonita es su hija, que a su vez, determina mayor estatus.
La defensora de los derechos humanos de las mujeres explica que el matrimonio forzado no es un fenómeno propio de las comunidades indígenas de Chiapas, sino que también ocurren en contextos de riqueza, donde los monopolios empresariales hacen que las hijas solo convivan con
“Con otros matices pero finalmente subyace ahí un matrimonio forzado o un matrimonio inducido, pero como tenemos poca información a esa clase social pues no la estudiamos o no la analizamos, pero esta práctica de los matrimonios forzados es una práctica de todas las clases sociales…solo que es más triste o duele más en las comunidades indígenas, porque son quienes menos acceso a oportunidades tienen de parte del Estado”, puntualiza.
Panorama actual
Por su parte, Maricela Mendoza Gómez integrante del Colectivo Todas Las Mujeres que opera en el municipio de Palenque, Chiapas, expone que ha disminuido el número de casos de matrimonios infantiles, debido a que las niñas tienen cada vez más conciencia sobre sus cuerpos y su vida, pues el panorama se abre en las comunidades a través de los colectivos que inciden de forma paulatina.
“Pues es algo muy tradicional, es una costumbre no erradicada que continua, específicamente en las comunidades que tienen menos alcance a la urbanidad todavía sigue habiendo este tipo de cuestión, claro que se ve como un panorama normal donde decimos que es como ir y dar un regalo por hacer la pedida de mano, así se entiende, pero es precisamente un intercambio, como un pago a quedarme con la hija de quien está ahí un patriarca de ese momento”, manifiesta.
Dora Roblero, directora del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas (Frayba), coincide en que el panorama del matrimonio infantil en los Altos de Chiapas va hacia la baja, a pesar de las dificultades que la misma problemática genera, ya que dentro de muchas comunidades es reconocida como un patrón social.
De acuerdo con estudios de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la situación del matrimonio infantil difiere en cada contexto, ya que no es lo mismo en las áreas rurales que en las urbanas, por ejemplo hasta 2019 del total de mujeres en poblaciones rurales, el 30.9 por ciento se casaron o unieron antes de cumplir los 18 años, a diferencia de las zonas urbanas donde el porcentaje disminuye hasta 19 por ciento.